pinchazo al morder

Hay molestias que aparecen y desaparecen, pero otras se quedan, cambiando por completo la forma en que comemos, hablamos o sonreímos. Imagina que al morder una manzana, de repente, sientes un chispazo agudo en un molar. No es constante, no siempre está ahí. Tal vez ya has visitado a varios dentistas, te han hecho radiografías y todos coinciden: no ven nada. Pero tú sabes que algo no está bien. Si esta historia te suena familiar, podrías estar enfrentándote a un enemigo tan pequeño como complicado: el síndrome del diente fisurado.

Este trastorno es más frecuente de lo que se cree, pero muchas veces pasa desapercibido durante años, confundido con caries, sensibilidad dental o incluso problemas articulares. Afecta tanto a dientes naturales como a piezas con restauraciones, y si no se trata a tiempo, puede derivar en la fractura completa del diente o la pérdida irreversible del nervio.

¿Qué es exactamente el síndrome del diente fisurado?

El síndrome del diente fisurado (CTS, por sus siglas en inglés) es una condición en la que existe una pequeña fisura en la estructura del diente, generalmente invisible a simple vista y muchas veces también a radiografías convencionales. Esta fisura puede extenderse de forma vertical desde la corona hacia la raíz, y aunque el diente no se vea roto ni tenga caries, provoca dolor agudo al morder o al cambiar de temperatura.

Estas microfracturas afectan principalmente a premolares y molares, ya que son los que más presión reciben durante la masticación. Pueden estar causadas por traumatismos previos, hábitos como el bruxismo, empastes antiguos o simplemente por el desgaste natural del esmalte.

¿Cómo se siente una fisura en el diente?

El dolor de un diente fisurado tiene características muy particulares. No es constante, no es inflamatorio y no suele aparecer en reposo. Lo más común es que se manifieste como un dolor agudo, casi eléctrico, al morder alimentos duros o al soltar la mordida. También puede aparecer una sensibilidad exagerada al frío o al calor, pero no siempre.

Uno de los mayores problemas es que el dolor va y viene. Hay días sin molestias y otros en los que no se puede ni masticar del mismo lado. Este comportamiento intermitente dificulta enormemente el diagnóstico, ya que muchos pacientes no logran describir con claridad cuándo ni cómo duele.

¿Por qué ocurre este síndrome?

Las causas del síndrome del diente fisurado son múltiples, pero todas tienen algo en común: comprometen la integridad estructural del diente, debilitándolo hasta generar microfracturas. Estas son las más frecuentes:

  • Bruxismo o apretamiento involuntario de los dientes durante la noche
  • Masticar alimentos muy duros (hielo, huesos, caramelos, nueces)
  • Empastes grandes y antiguos que han debilitado el diente
  • Cambios bruscos de temperatura en la boca (por ejemplo, tomar café y después agua fría)
  • Golpes, caídas o accidentes que afecten la zona posterior de la mandíbula

¿Puede romperse un diente sin haberse caído?

Sí, y es más común de lo que imaginas. Un diente no necesita una gran fuerza para fisurarse. Basta con una presión repetida en la misma zona o una masticación desigual para que una pequeña línea de fractura empiece a formarse. A menudo, los pacientes ni siquiera recuerdan el momento en que se generó la fisura.

El desafío del diagnóstico: cuando la fisura no se ve

Uno de los principales problemas del síndrome del diente fisurado es que las fisuras son extremadamente difíciles de detectar con las pruebas habituales. No aparecen en radiografías, especialmente si no han alcanzado la raíz. Incluso con un examen visual directo, el diente puede parecer completamente normal.

Por eso, el diagnóstico se basa en una combinación de factores:

  • Historia clínica detallada del dolor
  • Pruebas de mordida con dispositivos específicos
  • Uso de lupas o microscopio dental para detectar líneas de fractura
  • Exploración individual de cada cúspide dental
  • Test de vitalidad para valorar el estado de la pulpa

¿Por qué el dolor se activa al soltar la mordida?

Esto se debe a un fenómeno biomecánico. Cuando mordemos algo duro, las dos partes del diente fisurado se separan ligeramente y la fisura se abre. Al soltar, la fisura se cierra de golpe, lo que genera una presión sobre el tejido pulpar y activa las fibras nerviosas, provocando un dolor intenso, aunque muy breve.

Tratamiento del diente fisurado: cada caso es único

No todos los dientes fisurados se tratan igual. El abordaje depende de varios factores: la profundidad de la fisura, la vitalidad de la pulpa, el tipo de diente y si la fisura afecta la raíz. A continuación, repasamos las opciones terapéuticas más comunes:

  1. Sellado o restauración directa: en fisuras superficiales que no comprometen la pulpa, se puede reforzar el diente con un composite o resina para evitar que la fractura avance.
  2. Colocación de una corona: si la fisura afecta una parte importante del diente, se cubre completamente con una corona de porcelana o zirconio, que redistribuye las fuerzas de masticación.
  3. Endodoncia previa a la corona: si el nervio ha sido afectado, se realiza un tratamiento de conductos antes de colocar la corona.
  4. Extracción del diente: si la fisura llega hasta la raíz o compromete la estructura de soporte, puede ser necesario extraer el diente y sustituirlo con un implante.

¿Se puede prevenir una fisura dental?

Aunque no siempre es posible evitar este tipo de lesiones, sí existen hábitos y recomendaciones que pueden reducir el riesgo:

  • Usar férulas de descarga si se padece bruxismo nocturno
  • Evitar masticar hielo, caramelos duros o abrir objetos con los dientes
  • Reemplazar empastes antiguos muy extensos por coronas si el diente está debilitado
  • Realizar controles dentales periódicos para detectar desgastes o sobrecargas
  • Proteger los dientes durante actividades deportivas con protectores bucales

¿Qué puede pasar si no se trata una fisura?

Lo más peligroso de una fisura es que rara vez se detiene por sí sola. Con el tiempo, suele profundizarse hasta alcanzar la cámara pulpar o incluso la raíz. En ese punto, el tratamiento se complica y las probabilidades de conservar el diente disminuyen.

Una fisura no tratada puede derivar en:

  • Dolor crónico e intermitente
  • Muerte pulpar y necesidad de endodoncia
  • Fractura completa del diente con pérdida estructural
  • Infección periapical si la fractura alcanza la raíz
  • Necesidad de extracción y rehabilitación protésica

El papel de la odontología conservadora ante las fisuras

Hoy en día, gracias a los avances en biomateriales y técnicas adhesivas, es posible salvar muchos dientes fisurados sin recurrir directamente a la extracción. La odontología conservadora busca reforzar la estructura existente, sellar la fisura y evitar que avance, manteniendo la vitalidad siempre que sea posible.

Además, las nuevas coronas de alta estética permiten restaurar dientes debilitados con gran precisión y sin comprometer la estética del paciente, incluso en zonas visibles.