
¿Alguna vez te han detectado una infección en un diente que ni siquiera te dolía? ¿Te sorprendiste al oír la palabra “necrosis” cuando pensabas que todo estaba en orden? Más común de lo que crees, la necrosis pulpar asintomática es una de esas afecciones dentales que pasa desapercibida… hasta que causa estragos. Es el tipo de problema que se instala en silencio, avanza sin generar molestias y, cuando se manifiesta, ya ha provocado daños que podrían haberse evitado con una detección temprana.
La necrosis pulpar es la muerte del tejido pulpar que hay dentro del diente, ese “nervio” que lo mantiene vital. Pero lo verdaderamente inquietante es que esta muerte celular puede suceder sin síntomas evidentes. Y lo peor: mientras el paciente sigue con su día a día sin notar nada raro, en el interior del diente se está gestando una infección que puede extenderse al hueso o provocar abscesos.
¿Qué es exactamente la necrosis pulpar?
La pulpa dental es un tejido blando situado en el centro del diente. Contiene nervios, vasos sanguíneos y células responsables del desarrollo y defensa de la estructura dental. Su función es esencial para la sensibilidad, la nutrición del diente y la respuesta frente a agresiones externas. Sin embargo, cuando esta pulpa se daña de forma irreversible —por caries profunda, traumatismos o lesiones acumulativas—, pierde su irrigación sanguínea, deja de recibir oxígeno y acaba necrosándose.
Lo curioso es que muchas veces esta muerte pulpar ocurre sin que el paciente lo perciba. A diferencia de las pulpitis, que duelen, la necrosis suele ser indolora porque el tejido nervioso ha dejado de funcionar. El diente “muerto” ya no reacciona al frío, al calor ni a los estímulos táctiles. Pero eso no significa que no haya peligro. Al contrario: una pulpa necrótica puede albergar bacterias que migran hacia la raíz, provocando infecciones profundas, fístulas o incluso comprometiendo otras piezas dentales cercanas.
¿Por qué puede morir un diente sin causar dolor?
Este fenómeno se debe a que el proceso de necrosis es gradual y a menudo no inflamatorio. Cuando la infección es contenida parcialmente por el sistema inmunológico, no hay presión ni inflamación aguda, por lo que no hay dolor. A veces, el cuerpo forma una especie de “bolsa de contención” en forma de quiste o granuloma en el extremo de la raíz, aislando la infección… al menos durante un tiempo.
Además, hay factores externos que contribuyen al silenciamiento de los síntomas:
- Uso habitual de antiinflamatorios o analgésicos que enmascaran el cuadro
- Tolerancia alta al dolor por parte del paciente
- Presencia de necrosis en dientes con tratamientos previos incompletos
- Infecciones crónicas de baja intensidad con evolución lenta
Cómo saber si tienes una necrosis pulpar sin darte cuenta
Dado que muchas veces no hay dolor, los signos indirectos se convierten en claves para detectar el problema. Por eso, las revisiones odontológicas rutinarias son cruciales. En una consulta con radiografía panorámica o periapical, el dentista puede detectar:
- Dientes oscurecidos sin causa aparente
- Cambios de color interno que no responden a higiene o limpieza
- Lesiones apicales en la raíz visibles en la radiografía
- Fístulas o pequeños granitos en la encía que supuran esporádicamente
- Ligera movilidad dental sin motivo aparente
- Abscesos localizados sin caries visibles
La necrosis pulpar postraumática
Uno de los casos más frecuentes y más ignorados es el de los traumatismos dentales sufridos en la infancia o adolescencia. Muchos pacientes que se golpearon un diente de pequeños —por una caída en el parque o jugando al fútbol— desarrollan años después una necrosis en ese diente sin haberla asociado al incidente original. De hecho, es muy común ver incisivos centrales superiores necróticos en adultos jóvenes que nunca fueron tratados tras un trauma.
¿Qué ocurre si no se trata a tiempo?
Una pulpa necrosada es el hábitat perfecto para bacterias anaerobias que pueden viajar por el sistema radicular. Con el tiempo, la infección se abre paso al hueso, provocando osteítis, abscesos, pérdida de soporte óseo o incluso infecciones que comprometen estructuras vecinas, como los senos maxilares. En casos extremos, puede derivar en una celulitis facial o una infección sistémica con riesgo vital.
Además, la necrosis no tratada es incompatible con ciertos tratamientos restauradores y estéticos. Por ejemplo, no se recomienda colocar carillas o coronas definitivas sobre dientes necróticos sin tratar, ya que la infección puede evolucionar silenciosamente bajo la restauración y comprometer todo el trabajo realizado.
Tratamiento: ¿qué se hace cuando el diente ya está necrosado?
La endodoncia es el tratamiento de elección en estos casos. Consiste en eliminar completamente el tejido necrótico del interior del diente, desinfectar los conductos radiculares y sellarlos de forma hermética con materiales biocompatibles. El objetivo es preservar el diente en boca y evitar que la infección reaparezca o se extienda.
En los casos en los que la destrucción ósea es severa o el diente está fracturado de forma no recuperable, puede ser necesaria la extracción y posterior sustitución por un implante dental. No obstante, con diagnóstico precoz y un tratamiento adecuado, la mayoría de dientes con necrosis pueden salvarse.
El papel de la tecnología en el diagnóstico y tratamiento
Hoy en día, el uso de herramientas como el CBCT (escáner de haz cónico), los localizadores de ápices electrónicos o los sistemas de irrigación ultrasónica ha mejorado enormemente el pronóstico de los tratamientos endodónticos. Además, los nuevos materiales de obturación como la gutapercha termoplástica o los cementos biocerámicos ofrecen un sellado mucho más fiable que los métodos tradicionales.
¿La necrosis pulpar puede prevenirse?
La mejor prevención es la detección temprana de caries profundas, lesiones por abrasión o traumatismos. Un buen control de placa bacteriana, el uso adecuado del hilo dental y evitar hábitos como morder hielo, abrir objetos con los dientes o apretar de forma inconsciente durante el sueño (bruxismo) son medidas clave.
Asimismo, las visitas periódicas al dentista —incluso cuando no hay dolor— permiten identificar signos radiográficos o clínicos de necrosis antes de que evolucione a un cuadro infeccioso complejo. En odontología, el silencio no es salud. La ausencia de dolor no garantiza que todo esté bien.
Señales de alerta que debes vigilar en casa
Aunque muchos cuadros de necrosis no dan síntomas, hay pequeñas pistas que pueden hacerte sospechar:
- Oscurecimiento progresivo de un diente aislado
- Mal aliento persistente sin causa evidente
- Sabor metálico en la boca
- Sensación de presión al morder, incluso sin dolor
- Supuración intermitente en la encía cerca de un diente
Ante cualquiera de estos indicios, lo mejor es acudir al odontólogo para una exploración completa y, si es necesario, una radiografía.
¿Un diente necrosado puede volver a la normalidad?
La respuesta es no. Una vez que la pulpa ha muerto, no puede regenerarse. Pero sí puede estabilizarse. El objetivo es que el diente se mantenga funcional, estéticamente aceptable y libre de infecciones mediante una endodoncia correctamente realizada. En algunos casos, también se puede blanquear internamente un diente oscurecido por necrosis, mejorando su apariencia sin recurrir a fundas o carillas.